Prima Mensa, una historia de amor... (I)
Miguel, no se si te acordarás de él, es el agricultor que representa la 4ª Generación de una familia olivarera que ya conocerás bajo el nombre de Olivar de San Miguel.
Sí, gracias a él conseguimos Arraigo, cuyo extraordinario sabor y calidad han resultado en un éxito sin precedentes…
Cuando conocí a Miguel me llevó a su Olivar, en concreto a una zona de la que el está increíblemente orgulloso. Y me dijo:
– Julio, el Aceite que sale de estas aceitunas es espectacular. Todos los años hago una selección y las cojo justo cuando cambian de color, cuando empiezan a perder el verde y antes de que se pongan negras. Es el que tomamos mis amigos y mi familia.
– ¿Y eso por qué Migue? ¿Por qué no haces más?
– Es que, si coges las aceitunas tan pronto, como mucho te llegan al 8% y sacas casi dos tercios menos de Aceite que si las coges negras. Nadie te paga lo que vale este Aceite…
Entonces me quedé, como diría mi hijo, to pillao. Miguel me miró, se dio cuenta y me dijo – ¿Quieres llevarte una botellita? A lo que respondí perplejo… ¡¿En serio?!
El camino de vuelta a casa se me hizo larguísimo. Llevaba esa frasca de vidrio, sin etiqueta ni nada, en el asiento del copiloto. La miraba como un niño que hubiera encontrado un tesoro escondido…
En cuanto llegué a casa, cogí un plato pequeño, una telera y me senté en la mesita de la cocina. Cogí la botellita de cristal y la abrí con cuidado. Inspiré profundamente… Me llegaron múltiples olores a olivar, era casi como si hubiera partido una aceituna allí mismo, en mi casa, en mi cocina…
Casi nervioso, vertí un poco de aceite. Caía como una crema, de un verde intenso. Cogí un trozo pequeño de la telera y la mojé hasta que quedó bien empapada…
De verdad, no sabría explicarte todas las sensaciones que se produjeron en ese instante…
Solo sé que seguí vertiendo lo que ya creía que era oro líquido y mojando una y otra vez. Y una y otra vez me venían sensaciones distintas. Era como si, a cada trozo de telera, el sabor se fuera sumando y sumando sin parar.
Entonces llamé a Miguel, Migue, como le gusta que le llamen sus más cercanos y le dije: Migue, este Aceite hay que darlo a conocer…
Y aquí me ves, un año y tres meses después, haciendo realidad mi sueño y, por qué no decirlo, el sueño de Migue, el sueño de cuatro generaciones de olivareros… Que este Aceite vaya del Olivar a tu casa, sin más, como llevan haciendo en familia más de 100 años. Solo que esa familia es ahora más grande 🙂
La semana que viene te contaré el resto de la historia, como cuidamos hasta el último detalle para conseguir que este Aceite único llegara hasta tu mesa, como llegó aquel día a mi mesa. Todas las barreras que hemos tenido que superar y todo el cariño que hemos puesto en el camino.
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